El queso triunfa en las comidas frías e informales. Para preparar una tabla de quesos, se seleccionarán un surtido de distintos tipos que se servirán ya cortados y acompañados de panes variados, frutos secos, frutas frescas, mermeladas ...
El queso se ha calificado como “un plato precocinado, listo en todo momento para su consumo”. Esta es la maravillosa realidad de esta delicia de nuestra despensa, excelente y muy variada, puesto que, en general, no es preciso modificar su temperatura para que esté en su punto, sino que lo mejor es tomarlo a temperatura ambiente o a la misma de la bebida que lo acompaña.
Frutos secos, panes variados, hierbas aromáticas
Los frutos secos constituyen un motivo decorativo adecuado y, además, pueden tomarse entre queso y queso, especialmente si se trata de las nueces y las avellanas. Otros frutos como dátiles, higos, pasas, castañas son también muy idóneos para acompañar una tabla de quesos. Potencian, además, el sabor de los quesos curados
La mezcla con hierbas aromáticas, -romero, tomillo, orégano-, les va muy bien tanto a los quesos tipo fresco como a los curados, siendo tanto mejor el resultado si se les adereza con un poco de aceite de oliva virgen extra. También se puede añadir elementos de color, como tomates cherry, tiras de apio, bastoncitos de zanahoria, rábanos, o hojas verdes como lechuga, rúcula, espinacas crudas...
La presentación de una tabla de queso con un acompañamiento de frutas frescas como higos, peras, manzanas y uvas no es sólo cuestión estética. Los sabores de estas frutas se complementan con los del queso y las más ácidas, como la manzana, sirven para limpiar el paladar entre queso y queso. Las fresas, grosellas, frambuesas, -los frutos del bosque-, encajan sobre todo con los quesos de cabra tipo láctico.
El otro acompañamiento más adecuado es el pan. En cuanto al pan, lo mejor es poner el que se corresponda con el queso. Para José Luis Martín, experto en quesos, el pan de centeno encaja con quesos tipo rollito de cabra, los picones y los ahumados; el de nueces acompaña a quesos curados y azules; el de pasas, a quesos muy curados y azules; el pan vienés, a todo tipo de quesos y el pan blanco tostado a las tortas extremeñas. Por tanto, lo más conveniente es disponer de un mínimo de tres panes, blanco o baguette, tostado y de cereales.
Si se consumen bajo el formato de tabla, el orden de degustación más sensato de los quesos debe ser de los de menor sabor a los más fuertes y también por materia grasa, empezando por los de más alto contenido.
Y hay que esmerarse también en elegir el vino adecuado. A este respecto, se puede optar por un vino blanco, fresco, afrutado y ácido, o por un tinto joven, sin olvidar un cava, que siempre va muy bien con el queso. Siempre bien fríos y refrescantes para que limpien el paso en boca de queso a queso. También se pueden servir con cervezas tipo lager o fermentadas, pero no tostadas ni demasiado amargas. Y para los abstemios, zumos de frutas ácidas como la manzana o dulces como el mosto.
La importancia de un buen corte
El corte de los quesos es un tema de gran importancia, tanto por lo que tiene que ver con las cuestiones estéticas, como por lo relacionado con la mejor conservación y con el disfrute al máximo de sus aromas y sabores. Cada tipo de queso se corta y se presenta de diferente manera. Los curados como el manchego o el idiazábal se cortan en forma de cuña y después triangular. Los duros como el parmesano o el mahón muy curado se rompen en trozos o en lascas. Los de poco volumen o untables se suelen presentar enteros para que cada comensal se sirva la porción que desee, lo mismo ocurre con los cremosos como el brie o el camembert que se acompañan de pequeñas rebanadas.
Fuente: http://www.sabormediterraneo.com/
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